domingo, 4 de octubre de 2009

Nena mala






A veces, hay historias en el cine que parecen repetirse una y otra vez, películas que al leer de que se tratan, o ni bien desarrollada su trama parece que ya las hubiéramos visto. ¿Cuántas películas hay sobre niños malvados?




Desde el grupete de Los niños del maíz (o el horrible título local de Cosecha Negra) y sus ¡¡¡seis!!! secuelas, o los albinos de El pueblo de los malditos, y hasta la inefable Regan de El exorcista (en una elección de títulos caprichosa, porque hay miles para nombrar); pareciera que nada nuevo se puede contar.




Sin embargo, todavía hay sorpresas, y La huérfana es una ellas; cuando su trama parecía un cliché visto millones de veces, termina no pareciéndose a nada que yo haya visto.




Es cierto que tiene algunos puntos en común con El ángel malvado, esa en donde Macaulay Culkin era un purrete pérfido porque sí, y Elijah Wood era su primo con más bondades que el Lactobasilus GG (¿Se acuerdan?). Pero es sólo en apariencia, ahí en donde la anterior hacia agua, esta construye una madeja que termina cerrando por todos lados.




Aunque está vendida como film de horror (tal vez porque una de sus productoras sea la afin al género "Dark Castle"), el nuevo film de Jaume Collet-Serra es uno de suspenso hecho y derecho, y de esos que nos atrapan desde el comienzo y no nos sueltan hasta el final; tanto que uno espera que termine de una vez (cosa que los 123 min. no ayudan) para ver qué es lo que va a suceder; la tensión se maneja al límite.




Durante la primera parte nos adentraremos a una historia más similar a un drama con un matrimonio con dos hijos, sumidos en el dolor por la pérdida al momento de nacer del tercer hijo. Ya desde el comienzo las grietas se notan en esa familia, en donde cada uno tiene sus traumas (infidelidades, problemas de conducta, de comunicación, alcoholismo), y donde las críticas de unos a otros estan a flor de boca.




Para calmar el dolor deciden adoptar una niña a la que pretenden poder entregar el amor que no pudieron dar a su hija natural (palabras literales de los padres).

La elegida será Esther (Isabelle Fuhrman, de 11 años) una nena, de 9 años, algo extraña, retraída, con un gran sentido parta el arte, y aparentemente muy dulce.

Ya en los comienzos, la integración se hará complicada, pero nada parece culpa de ella, se muestra como una incomprendida... hasta que definitivamente muestre la hilacha.

Entrando en el climax, Esther demostrará ser todo menos dulce, es capaz de amenazar, "planear accidentes", sugestionar, y claro, asesinar (entre otras actividades para nada habituales en una niña con mirada tan angelical).

Esther será capaz de utilizar como cómplices, bajo amenaza, a los otros dos hijos de la pareja (un nene más grande, y una más chica sordomuda); y hacer todo lo posible por enloquecer a sus padres, especialmente la madre, que deberá luchar contra la incredulidad de todos los que la rodean.

Todo esto conducirá al final, ¡que final!, una sorpresa que le terminará dando coherencia a lo que hasta ahora parecía una locura.

Durante todo el relato, la película no aterra en ningún momento, pero todo el tiempo nos corre un frío por la espalda, nos rascamos los brazos, nos mordemos los labios; en definitiva uno se compenetra con la historia como si nos estuviese ocurriendo a nosotros.

Este logro se debe a varios factores, un guión armado como un rompecabezas que se ensambla como con grasa, un director que decide qué mostrarnos y qué no, y un grupo actoral que en su conjunto se luce como en un buen drama.

La película ha recibido críticas dispares por todo el mundo, pareciera que es cuestión de amarla u odiarla, sin medias tintas, claro yo estoy entre los primeros.

Se le ha criticado sus muchos lugares comunes (pesadillas, golpes de efecto, imágenes fuera de cuadro); pero estos "efectos", han sido utilizados desde los comienzos del relato cinematográfico, y no hay maestro del suspenso (inclusive Hitchcock) que no haya recurrido a ellos.

Otra crítica, es su historia y escenas similares con la ya citada El ángel malvado, y sobre todo con Joshua (que encima comparte madre - Vera Fármiga -); y sí, están la escena de la pista de patinaje sobre hielo, las amenazas y chantajes, y mucho del clima de la segunda; pero esto es sólo el comienzo esta va mucho más allá. En las otras, los niños simbolizaban la inocencia perdida, aquí, Esther es mucho más, parece el símbolo de la ruptura de la familia, una metáfora de la desunión, es definitivamente un personaje más complejo. Si de similitudes hablamos, en cuanto a su estructura, me hizo recordar a La mano que mece la cuna (pido perdón de antemano a los fans de ella, entre los que me encuentro); la tensión familiar personificada por un extraño que se entromete, esos nervios y escalofríos que hacen que uno quiera que la historia acabe de una vez; y por supuesto personajes de los más malvados del cine en medio de una familia pura inocencia.

Por último, la mayor crítica que se le ha hecho (y por lo cual se dividen todas las aguas) es por su final. Antes de seguir, aclaro que me cuesta escribir sobre esto sin adelantar nada, pero voy a hacer el intento. Para algunos es una ridiculez, un imposible, que los productores arrugaron en los testeos de público y se lo cambiaron a las apuradas. Para mí es el único final posible, inesperado, que deja con la boca abierta, y que le da un cierre lógico a algo que de otra manera era insostenible. Habrá que verla para tener una opinión propia. En lo que a mi respeta, una sorpresa, un hallazgo, una pequeña historia de la cual no hubiese esperado mucho más que un par de sustos, pero de la que encontré más, mucho más.


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