miércoles, 7 de julio de 2010

La Comedia se hace de a dos





Antes de empezar con el tema principal de esta reseña, quiero dedicarle unas líneas al tema del mes anterior, debo decir que he agregado un nuevo ítem en mi lista de películas favoritas, Toy Story 3 es una nueva comprobación de que Pixar es por lejos el mejor estudio de animación, y que esta saga es lo mejor de su producción. Otra vez el tema del abandono, de la soledad (si, es cierto, con un poco más de melancolía que las anteriores pero sin caer en golpes bajos), del valor de la amistad, de estar unidos hasta las últimas consecuencias; y mechados con un trepidante y excelente clima de aventuras... y para qué hablar de los personajes, los que ya estaban se enriquecieron, y hay una amplia variedad de personajes nuevos llenos de capas riquísimas. Si algún otro film (no solo de animación) logra igualar los primeros 10 minutos, y la secuencia que sigue, en el baúl del altillo, seguimos hablando (superior en emoción al comienzo de Up, y eso ya es decir muuucho).



Es verdad, Pixar es el único capáz de lograr que al minuto de empezado el film nos olvidemos que se trata de “una de dibujitos”, un gran film hecho y derecho (aunque mi hermano le achaque algo al final de la historia... claro que aquí no lo voy a comentar).



Párrafo aparte para el corto Día y Noche que antecede a la proyección, dos palabras, Obra Maestra.





Pero este mes el tema es otro, No puedo dejar de ver cine cumple 1 año de su primera publicación, y para festejar que mejor que la risa, y para risa que mejor que una comedia, y para comedia que mejor que hablar del DÚO cómico por excelencia; si, este número se lo dedico a Olmedo y Porcel.



Si bien ya habían estrenado películas juntos y por separado, las llamadas “películas del dúo” comienzan en el ’73 con Los Caballeros de la cama redonda (si bien aquí el dúo está acompañado en igual nivel protagónico por Tristán y Chico Novarro), y se afianzaría ese mismo año con Los doctores las prefieren desnudas.



No sé ustedes, pero ya el hecho de ver el anuncio y escuchar la musiquita clásica de la productora Aries me llena de emoción, y hasta cuando veo alguna de la misma sin que sea de ellos, siento como una desilusión.



Muchos dicen que estas películas no tienen punto de comparación con sus labores en los programas de televisión, que en ellos se los veía más frescos, espontáneos, menos atados a un guión; pero yo no veo la diferencia, las tramas de estas películas eran las simples excusas perfectas para que estos dos genios desplegaran todas sus armas de humor.



La fórmula era clásica, Alberto era (o pretendía/decía ser) el gran ganador, el que no perdonaba a la que se le pusiera adelante; y Jorge era el amigo compinche, un tanto más tímido, varias veces subestimado por su amigo, eso sí, ambos eran los reyes de la noche. Nadie tenía tantas anécdotas vividas durante largos momentos de farra (muchas veces momentos patéticos como ser embaucados por sus respectivas amantes, pero que ellos contaban como grandes hazañas); pero en esta hora y media, los íbamos a ver fracasar en el intento una y otra vez.



Al fin y al cabo todo se trataba de conquistar mujeres, de una competencia de conquistas, de poder alcanzar eso que sabían que no podían tener. Y la mujer como simple objeto del deseo, sin más pretensiones que esas; y aquella que tenía más pretensiones era una rayada; y el público no las tildaba de misoginia, cosa que no quiere decir que esté bien (así como también había mucha homofobia), pero así era la época. El hombre, aún muy poco agraciado, con labia podía conquistar sexualmente a la mujer que quisiera, que caería rendida a sus pies en un psicodélico frenesí; eso sí, sólo se trataba de sexo, ni hablar de sentar cabeza.



Y si hablamos de mujeres, la primer dupla femenina afianzada fue la de Ethel y Gogó Rojo, sin duda en total segundo plano respecto a los capocómicos, primero como esposas en Hay que romper la rutina, y un año después como objeto de infidelidad frustrada en Maridos en vacaciones; salvo alguna frase suelta, jugando a una extrema inocencia, la cuestión humorística era 100% de la pareja masculina. Es en estas dos películas donde mejor queda retratado el tema social de la frustración sexual, el hombre aburrido de la cotidianeidad que sale a buscar en el afuera (en el afuera del matrimonio) un escape, que lo haga sentir soltero otra vez, libre, sin ninguna atadura marital, ni laboral. La impotencia en su mayor expresión.



Luego llegaría la etapa del dúo femenino que les haría frente, en más de un sentido, el más recordado, la eterna disputa entre la rubia y la morocha pero vista desde la mirada del hombre, Moria y Susana, Susana y Moria... para que no haya problemas de cartel.



Lo primero que llama la atención, como dije, son los títulos, el cartel, los cuatro juntos a la misma vez, como para dejar en claro que no había protagonismos absolutos; y después las innumerables tomas (que a la vista del espectador hasta quedan descentradas) en donde se los incluía a los cuatro a la vez, todo apretado para que nadie quedase fuera de escena.



Y es con ellas con las que, para mí, hacen el trío de comedias insuperables, Expertos en pinchazos (esta con Moria sola), A los cirujanos se les va la mano, y Las mujeres son cosa de guapos. Es verdad que hay películas anteriores en las que trabajaron juntos, como Los hombres sólo piensan en eso (Olmedo, Porcel, y Giménez), El gordo Catátrofe y Te rompo el rating (Jorge y Moria), Amante para dos (Olmedo y Casán), y Mi novia el..., Basta de mujeres, y El rey de los exhortos – tal vez la de mejor argumento - (Alberto y Susana), pero estas tres ocupan un podio, el dúo explota al máximo su comicidad, las mujeres no se quedan atrás y tienen sus muy buenos momentos (a decir verdad, estas dos los tienen en todas las películas), y las frases más recordadas, aquellas que repito una y otra vez y que ya forman parte de mi vocabulario, pertenecen a ellas.



Después están el resto, en mayor o menor medida, más o menos logradas, películas de Porcel solo con un tono más inocente (que no por eso las hacía más flojas, tienen grandes momentos), Olmedo sólo con un toque más romántico (grandes películas las tres con Susana Giménez, no tanto otras como la co-producción con España Mi mujer no es mi señora o Susana – Traverso - quiere, el negro también! – película que ya es hora que alguien le reconozca ser el original que se plagió en Mujer Bonita, es igual pero más graciosa - ), y las dos de Olmedo con Tato Bores en un tono de comedia muy bueno, pero distinto al que se hacía con Porcel.



Después llegamos a principios/mediados de los ’80 en los que la dupla cayó en manos de Enrique Carreras... pero de eso me ocupo más adelante. Por suerte Olmedo pudo recuperarse a último momento de la mano de Sofovich con la sátira El manosanta está cargado, Porcel no tuvo la misma suerte.



Como dije, se les pueden achacar millones de cosas, eran misóginos, homofóbicos, se burlaban de las personas más serias, las películas estaban mal filmadas, los guiones eran incoherentes y resueltos de una manera antojadiza, las actuaciones tal vez no merecerían ningún premio (aunque eso habría que reveerse); pero cumplían con su cometido, son comedias, y yo las miro y no paro de reirme, tratan temas bien nuestros, imposibles de reproducirse en filmografías de otros países (lo más parecido, tal vez sea el genial Fantozzi italiano, pero en otro nivel, y en definitiva con otros temas); sin dudas son LAS comedias argentinas.



Después de todo, quién no soñó alguna vez con pasar, aunque sea una noche, en la piel de estos adorables perdedores. Sólo me queda por decirles gracias por tan buenos momentos.







El fiasco de turno





Durante su larga trayectoria cinematográfica, el dúo cómico de olmedo y Porcel logró imponer su impronta ante distintos directores, ya sea Hugo Sofovich (para mi, el mejor, el que mejor les sacó el jugo), su hermano Gerardo, Hugo Moser, o Enrique Cahen Salaverry; y así siempre salieron bien parados, con comedias geniales como las que nombre arriba. Pero en su última etapa, un director lograría doblegarlos, conseguiría lo impensable, uno creía que este dúo no podía perder su gracia, bueno Enrique Carreras lo logró.



Carreras ya era un director experimentado en filmar “comedias” (nótense las comillas) que no pasaban de un insufrible momento ñoño, historias que al minuto de arrancadas no veíamos la hora de llegar al ansiado cartel de FIN. Partiendo de que era el único que pensaba que su mujer, Mercedes Carreras, actuaba tan bién que merecía aparecer en todas sus películas, y con Olmedo y Porcel doblaría la apuesta presentándonos a sus insufribles tres hijas.



Uno no sabe si echarle la culpa a Carreras, o a quienes escribén los pobrísimos guiones, entre los que se encuentra Juan Carlos Mesa, alguien que ha sabido escribir cosas infinitamente superiores a estas películas, por lo tanto, para mi la culpa del algún modo la tiene este director que ya venía de filmar este tipo de mamarrachos.



Si en las películas anteriores el tema era dos tipos que se creían piolas e intentaban infructuosamente levantarse cuanta mujer se les cruzase; acá la cuestión era mostrarlos como dos tarambanas bonachones que se veían envueltos en situaciones sin ningún sentido (como estar en un liceo con alumnos de 40 a 60 años, o ídem colimba); y encima si antes todo era una excusa para que ellos desplegarán sus mejores gags, ahora ellos eran una excusa para mostrar una interminable catarata de intrascendentes números musicales; si hasta parecía que estaban al servicio de otros cómicos como Sapag, Gioia, Troiani, o Hugo Varela.



ES increíble cómo se puede pasar de hacer un año Las mujeres son cosa de guapos (probablemente la mejor de sus comedias), a realizar el año siguiente Los fierecillos indomables (probablemente su peor película... no, no, ese lugar lo ocupa sin discusión Sálvese quien pueda).



Todo lo bueno que tenían sus películas, aquí parecía haberse extinguido, la picardía fue reemplazada por un tono ATP, pero Porcel ya había filmado varias del mismo estilo pero con muchísimo mejor resultado. Las mujeres, que siempre fueron un punto fuerte, aquí ya no ocupaban un segundo plano, sino un cuarto, quinto, no veríamos un hombro o una rodilla ni por joda; y a lo último cuando Carreras quiso hacer su picaresca con Atracción Peculiar demostró que mejor seguía haciendo lo que venía haciendo.



Pero volvamos al punto principal de estas películas, lo que las hacía más irritables (y no me refiero a Sapag y su imitación archiconocida de Dante Caputo), lo que hace que cada vez que las vea en su repetición (porque encima estas son las únicas que repiten) quiera romper la televisión.¿Por qué dije antes que Sálvese quien pueda es la peor de todas las películas (y a esta altura creo que me engrané y ya no me refiero sólo a las de Olmedo y Porcel)? No sólo porque los dos “protagonistas” (nótese otra vez las comillas) casi no se cruzan en toda la historia, sino porque el verdadero protagonismo recae en María, Marisa, y Victoria (a quien antes se la conocía como “Chispita” ¿Será por el de Meteoro?) Carreras, los tres seres más insufribles que ha conocido la cinematografía argentina, en esta oportunidad como tres supuestas niñas (aunque hay algunas que ahí ya peinaban canas) que le hacen la vida imposible a Olmedo el nuevo novio de mamá Beatriz Bonnet. Describir la situación me resulta imposible, es como Mi pobre Angelito pero con mujeres que pasaron sus veinte y actúan como de cinco. Aquí el premio se lo lleva Victoria, la más joven, la que siempre hacía de adolescente “rebelde” con frases como “es un Buenudo, mitad bueno, mitad... boluble” más irritante que pasarse una cebolla por los ojos. Después la tenemos a María haciendo de sobrina paisana/paraguaya en El profesor Punk, o a María y Marisa en la peor



Simulación de risa de todos los tiempos (algo así como agarrarse la panza y retorcerse de arriba para abajo) en Los extraterrestres, simplemente imperdonable.



Es increíble como un sus once películas con el dúo, Carreras no logra sacarnos ni una sonrisa, salvo alguna de desesperación. Dentro de lo más rescatable encontramos Los reyes del sablazo, por el simple hecho de ser la adaptación de una come teatral clásica con los chistes clásicos de la obra y no mucho más; y el estilo Kitsch de Los extraterrestres (después de todo el alien de Las locuras del extraterrestre era más berreta).

Lo lamentable, es que sea por la causa que fuese (la muerte trágica de uno, el fin de una era o la depresión para otro), este dúo terminó su carrera filmando este tipo de películas, en las que sí, se los veía obligados a decir parlamentos que se sabían sin gracia. Y más aún, que estas películas terminaron opacando a las anteriores, y cuando muchos se refieren a que las películas de Olmedo y Porcel no son tan buenas como los sketchs televisivos en verdad se estan refiriendo a estas, las que repiten una y otra vez en la tarde de un domingo; de las otras, las geniales, cada vez van quedando menos rastros, una lástima.
No se olviden de pasar por la encuesta al costado!!!!!!!!

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