Las películas de terror suelen ser el medio más “útil” a la
hora de pensar en crear una franquicia de secuelas. Si lo piensan bien, es más
común ver secuelas de films “de género” que de una obra digamos más personal; y
si de sacar una interminable cantidad de partes se trata, el terror es un género
ineludible, casi seguro (por eso es que en esta sección más que nada hablo de
ese género). Pero también es verdad que viendo los resultados, pareciera que
mientras más nos alejamos en el número de secuelas peor se va poniendo la cosa,
como botón de muestra sirve la película de hoy, El último Martes 13: La muerte de Jason (Jason Goes To Hell: Last Friday The 13th, 1993)
Martes 13 se
encuentra entre las franquicias con más películas en su haber, contando tenemos
la original, 9 secuelas, 1 spin-off o secuela mutua con Pesadilla, y 1 remake tan disímil de la original que bien podría
ser otra secuela; sumando un total de 12, número difícil de emparentar. Esto no
sería un problema en sí, sino fuese por las “peripecias” por las que a pasado
esta historia que fue girando de una madre vengativa a un asesino torturado en
su niñez; luego a otro nene con problemas mentales; más tarde un padre que no
acepta la enfermedad psiquiátrica de su hijo; siguiendo un poco más al asesino
de la segunda que ahora se vuelve sobrenatural gracias a ser revivido por un
rayo; en la instancia siguiente enfrentarse a una psíquica; después se toma un
barco (literalmente) y se muda a Nueva York; y ahora por fin nos anuncian su
muerte… veremos que nos deparó esa promesa.
En primer lugar, empiezo diciendo que la cosa ya arranca mal
(muy mal) a los diez minutos más o menos; como anoté ligeramente en el párrafo
anterior, durante seis películas – la 1 y 5 no cuentan - vimos como Jason Voorhees
(por si no lo conocen el asesino emblema de la saga) era un asesino implacable,
inmortal, al que lo quisieron matar de miles de manera y siempre terminaba
volviendo una vez más; bueno, ahora el significado del título local lo
encontramos ni bien comienza todo. En una cabaña alejada llega una joven, se
pone en pelotas, se va a dar una ducha, y ¡zas! aparece el loco con su machete
para hacer de las suyas (cómo regresó de la 8 a la 9, ni idea); la cosa es que la chica es
una agente del FBI que le tendió una trampa (¿?), logra sacar a Jason fuera de
la cabaña y ahí lo esperan decenas de agentes ¡¡¡que lo acribillan a balazos!!!
y ¡¡¡lo hacen explotar con una bomba!!!, como para asegurarse de que no regrese
más. Parece que en algo fallaron, el cuerpo se hace percha pero el corazón
(negro) queda intacto (¿¿??), y es así como en la morgue comienza a latir
nuevamente y ¡¡¡¡¡¡¡el forense no puede resistir la tentación de comérselo!!!!!!!.
Hago un parate acá para aclarar que no estoy delirando, por más pelotudo que
parezca el asunto, ese es el argumento.
El forense que se manducó el corazón de Jason es poseído por
el mismo, y de ahí en más el alma de Jason va ir pasando de cuerpo en cuerpo
(los asesina y los posee, pff) hasta dar con la última descendiente de la
familia Voorhees; parece que la única manera de retornar a su cuerpo
(recomponerlo sería la palabra adecuada) es terminar con todo el linaje
familiar y poseer al último pariente (y si, yo adelanté que todo todo era de
una pavada extrema).
Pero no hay que temer, porque un detective se avispa de todo
el asuntito este de las almas y la reencarnación familiar, y va aún más lejos,
descubre que la única manera de terminar de una vez y para siempre con el
asesino serial es que lo haga un familiar cercano, o sea…
Bueno, primero Jason mata a su hermana (nueve películas y
recién ahora nos enteramos que la
Sra. habia tenido otra hija), pero como esta tiene una hija
va en busca de ella, Jessica (Kari Keegan ¿?) que a su vez tiene una hijita
(siii, ¡¡Jason es tío abuelo!!). Todo lo que sigue es lo obvio, varias personas
van a ir muriendo en manos de otras poseídas por el espíritu maligno (el enmascarado
a las diez minutos desaparece como figura), Jessica y el detective van a ir
escapando, y el final con el enfrentamiento familiar.
Como leyeron, la historia es imposible de ser tomada en
serio, pero para arruinar las cosas todo está manejado como si fuese ya no una
película clase B sino directamente Z, ultra berretísimo (cosa que se acentúa más
a partir de esta secuela en que la franquicia pasa de ser producida por
Paramount a New Line Cinema). Los actores son todos desconocidos (el único que
repite es Kane Hodder como Jason) y realmente malos; la fotografía ya no solo
es ruinosa sino que además está muy mal manejada, hay escenas distorsionadas,
fuera de foco, mal encuadradas, un desastre.
Los efectos especiales ya son un tema aparte, por eso merecían
su párrafo. Es entendible la escasez de producción en el asunto, ya que a fines
de los ’80 y comienzos de los ’90, el terror había sufrido un gran declive de
calidad y taquilla; pero lo de esta película ya es como demasiado. El alma de
Jason es representada por un gusano (el que se ve en la carátula, pero peor)
similar al chorizo que te comes antes de entrarle a la tira de asado; una cosa
de hule, negrusca, con dientes de goma y ojos pintados con tempera, el colmo de
la baja producción; y las explosiones parecen sacadas de otras películas como
se hacía 20 años atrás. Todo está en función de una carcajada involuntaria, muy
triste.
El argumento pareciera ser sacado de otra película, como si
hubiese sido pensado para otra cosa - es más hasta parece el argumento de Poseídos (Fallen, 1998) - y ante la posibilidad de exprimir un
poco más el asunto de Martes 13 le
hayan incorporado al personaje de la máscara de hockey a último momento (y
realmente creo que fue así); dando por resultado una incoherencia total.
Esta bien, esta franquicia tal vez nunca fue la gran cosa, surgió
como la posibilidad de aprovecharse del éxito de Halloween (1978) y siempre se mantuvo en una calidad baja, hasta
podría decirse mala; pero lo de esta secuela es como que lleva el delirio a
otro nivel nunca antes visto.
Secuela infame si las hay, talvez Jason Goes To Hell… (que en su original tiene más sentido con eso de
Jason se va al Diablo – o al carajo si quieren –) pueda ser disfrutada como una
muy divertida comedia, una película sin ningún sentido; pero esa no fue la
intención de sus productores.
Como siempre que se promete “la última” rara vez se cumple
esa promesa, y Marters 13 tuvo una instancia más, quizás aún más
pedorra que esta, pero eso ya es tema de otra reseña…
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