viernes, 28 de septiembre de 2012

ÓPERAS PRIMAS: La magia del amor


Para la ópera Prima de hoy pensé hacer un cambio. Si esta sección se dedica a hablar de los primeros pasos de directores, ¿por qué no puedo recordar también algunos de mis primeros pasos haciendo la reseña de una película?.
La semana pasada, debido a un muy buen post de mi amiga Patricia Relats sobre El Paciente Inglés (The English Patient, 1996) en su blog Rincón Fílmico (Click Aquí) estuvimos largo rato escribiéndonos sobre su director Anthony Minghella, sobre lo poco que aprecio su obra, y recaímos en su ópera prima La Magia del amor (Truly, Madly, Deeply, 1990) que los dos habíamos visto en sus constantes repeticiones por TV Cable. Aclaro que este es el debut de Minghella en cuanto se refiere a un largometraje de duración tradicional, anteriormente, en 1978,  dirigió un film de 55 minutos A Little Like Drowning (con los mismos actores protagónicos de La Magia...) del que no se tiene ningún registro salvo una recreación radial del cual les dejó su link aquí.
Después de hablar, haber cambiado de tema, y seguir, estuve recordando que el efecto (adelanto que fue negativo) que me dejó Truly, Madly, Deeply, fue el de sentarme a escribir y descargar la experiencia en texto. Escribí esta reseña en 1997 para mi, a los 14 años, la guardé, y como otras posteriores nunca volví a releerla. Ahora la  busqué y la encontré y se me ocurrió re-transmitirla. Lo único que les pido, sean complacientes, tiene 15 años de antigüedad:




Es conocido el estilo “contemplativo” de los filmes ingleses, la pasividad de su director–escritor Anthony Minghella (El paciente ingles); pero ¿Qué pasa cuando la historia tampoco ayuda, cuándo la anécdota es tan pequeña que parece que nos contaron todo a los quince minutos de película? Eso sucede con La magia del amor.
El principio parece cuanto menos prometedor (alrededor de cinco minutos). Nina (Juliet Stevenson) le cuenta a su psicóloga lo dependiente que es de su marido Jamie (Alan Rickman), pero luego nos damos cuenta de que él está muerto. De ahí a los títulos... y al soponcio. Primero, se muestra lo bien que Nina la pasaba con su esposo, luego lo mal que lo pasa cuando este no está, y por último... cuando uno ya está por cambiar de canal, aparece Jamie, del más allá,  para que la mujer deje de sufrir, y para que el espectador se interese por lo menos unos instantes. Por último, vemos como ella se va alejando de su difunto–fantasma–marido para empezar una nueva vida con un hombre, Mark (Michael Maloney),  que trabaja con gente con problemas mentales.
La película supone la historia de una mujer muy aferrada al marido aun después de su muerte, y como luego, con la visita de este se da cuenta de que tiene que dejarlo ir y empezar una vida nueva. Pero el problema es que carece de atractivos, la historia es muy lenta y pequeña, y no hay personajes secundarios que logren desviar la atención. Eso no quiere decir que sea un puro diálogo entre Nina y su marido, hay personajes secundarios, pero ninguno demasiado atrayente.
Como si fuera poco hay un aire de melancolía,  muy de Minghella, que absorbe todo interés dramático y lo transforma en aburrimiento.
Hay Alguna escena divertida, como la de Nina y Mark saltando en una pata y contando resumidamente su vida, pero no es que sea graciosa, sino que no es abrumadora como el resto del film.
Ahora, se ve que hay intención de incluir algún personaje mínimamente simpático para alivianar la situación, como los amigos fantasmas de Jamie, pero no logran serlo por la escasa línea argumental que les toca.
Lo raro de esta película es que viniendo de un país tan propicio al humor ácido/elegante (The Full Monty, Mr. Bean, entre muchos otros) y de buenos dramas (Billy Elliot, La visitante de invierno) no se entiende como no pudieron lograr ningún interés a lo largo de la trama.
Este es un film de Anthony Minghella anterior a El paciente ingles o El talentoso Sr. Ripley, la diferencia con estos es que detrás tenía historias más interesantes (el primero reconozco que no es de mi agrado pero por lo menos es llevadero), muy ricas; lo que no sucede con esta que, como las demás, le debe su guión al propio Minghella.
Por último ninguna de las actuaciones son tan buenas como para salvar la ocasión (al dúo protagónico se le nota el oficio pero la película no les permite destacarse), tampoco es un film interesante visualmente ni metafóricamente, y la banda de sonido si bien es agradable parece que esos solos de violonchelo agregaran más pesadumbres al relato de la que ya tiene.
Como conclusión queda un film al borde de ser abandonado por el espectador, y si resiste será algo para olvidar rápidamente.





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